Ya se puede visitar la nueva exposición sobre la Venta de Borondo en el Museo Comarcal
La Colección Carranza de cerámica está considerada por los expertos como la más importante de España. Importante por la calidad (están representados los centros cerámicos más importantes de España y del extranjero) y la cantidad de las piezas, en torno a 5.000; al tiempo que es también una de las mejor conocidas, gracias a la cantidad de exposiciones que se han celebrado teniendo a esta colección como referencia, al tiempo que han sido publicados los catálogos de cada una de ellas, convertidos en obras de obligada consulta por su importancia.
En Daimiel, al igual que sucede en el Museo de Santa Cruz en Toledo o el Real Alcázar de Sevilla (donde también se encuentran expuestas sus cerámicas) vamos a tener la oportunidad de contemplar una selección de piezas cerámicas, paneles y loza de los principales centros cerámicos tanto de España como del extranjero.
Comenzamos contemplando paneles procedentes de Sevilla con dos buenos ejemplos: uno de ellos es un panel compuesto por numerosos azulejos de temas de montería realizados en el siglo XVIII, inspirados en la cerámica holandesa del tipo Delft. Junto a éste un panel de azulejos de arista de motivos de repetición, en este caso del siglo XVI.
Frente a estos paneles, uno toledano del siglo XVI también de arista y con motivos muy empleados en el Renacimiento, nos da idea de cómo se podían decorar las estancias palaciegas.
Portugal, nuestro país vecino, importante centro productor cerámica está magníficamente representado: cuatro paneles sirven como ejemplo para mostrarnos la destreza de los ceramistas portugueses. Dos de estos paneles son de gran formato, se trata de una escena de Tobías y el Ángel (Lisboa, s. XVIII). El otro gran panel (Lisboa, s. XVIII) nos muestra una escena pastoril. Se completa la muestra de paneles de Lisboa con un panel de azulejos de repetición del siglo XVII y otro azul que muestra un cesto con frutas enmarcado en un orden arquitectónico del siglo XVIII.
Holanda como importante centro productor y difusor de cerámica está también representado con dos paneles de estilos distintos: Uno de ellos es una composición de azulejos con distintas escenas de tipo cotidiano (Holanda, s. XVIII), hay vistas de paisajes, cestos de flores y frutos... El otro presenta escenas del Antiguo y Nuevo Testamento (Holanda, s. XVIII). La maestría de estos artesanos está patente en la calidad que presenta en el dibujo, llegando a parecer pequeñas miniaturas.
En cuanto a otros centros peninsulares como Cataluña, se nos muestran dos paneles de azulejos patronímicos (ambos del s. XVIII) que representan uno a S. Cristóbal y otro a S. Juan Bautista. Ambos muy coloristas aunque populares en cuanto al dibujo.
Del gran centro cerámico peninsular del siglo XVIII, Valencia, el primero de los paneles es curioso y atípico por la temática que trata. Es un asunto cotidiano, y a pesar de estar muy castigado, pues fue utilizado de suelo, todavía deja ver el dominio con el dibujo y con los esmaltes alcanzado por los ceramistas valencianos del siglo XVIII. El otro panel vuelve a retomar la temática religiosa: se trata de San Blas junto a San José y el Niño, éste de una gran calidad técnica.
La sala se completa en vitrinas con una selección de cerámica talaverana. No podemos obviar que Talavera de la Reina se convierte durante la Edad Moderna en el principal centro cerámico de España, fundamentalmente gracias al auspicio real, que propició que diseños y azulejos de esta población pasaran a decorar los Sitios Reales.
En las vitrinas encontramos cerámica de la apreciada serie tricolor del siglo XVII, junto con piezas de la serie azul (s. XVIII) o una nutrida representación de la serie polícroma, también del siglo XVIII: platos, cuencos, vaseras, jarrones...
Al fondo de la sala, una impresionante pila bautismal o fuente de comienzos del s. XX, decorada con elementos vegetales y cabezas femeninas en la taza sirve como colofón a este recorrido por la cerámica de Talavera.
También en la planta baja, podemos disfrutar del Gabinete del Coleccionista, una sala decorada y ambientada a la moda del siglo XIX, con abundante número de piezas cerámicas, nos permite adentrarnos en la piel del coleccionista, un espacio donde se encerrará a estudiar, investigar y restaurar las piezas que forman parte de su colección.
Nacido en 1910, Juan D´opazo, el segundo de seis hermanos, manifestará una temprana afición por el modelado, el dibujo y la pintura. En la década de los años veinte inicia su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios.
El desarrollo de la Guerra Civil truncaría las expectativas de los jóvenes artistas que con escasos recursos económicos y procedentes del medio rural, se habían formado en Escuelas de Artes y Oficios y aspiraban poder acceder a otros centros artísticos de la capital o a estudios superiores de Escuelas de Bellas Artes.
A pocos días de inaugurar su primera exposición en la desaparecida galería madrileña Sala Dardo se produce el estallido de la guerra. El estreno público por tanto no se produce, y su trabajo como pintor y escultor en un taller de escenografía impidieron tener una trayectoria prometedora, en cambio comenzó otra etapa más dolorosa como soldado del lado republicano. Durante la contienda, lucha en el cuerpo de Artillería de Madrid, plasmando lleno de conmoción sus vivencias en dibujos realizados en su gran mayoría en el frente, con gran rapidez de ejecución.
Terminada la Guerra y con el ascenso al poder del franquismo, se decidió vigilar a aquellos que habían defendido la causa contraria, para mantener a toda costa el nuevo orden. El temor cundió entre los artistas e intelectuales que defendieron ideas opuestas a las oficiales de la posguerra. Juan D´Opazo guardaría durante años sus dibujos de la guerra porque "tenía miedo de que aún pudiesen producirse resquemores" y también decía que "nunca pensé que estos dibujos pudieran exponerse al público algún día, pues eran momentos muy peligrosos y en lo que uno pensaba era en poder salvar la vida".
La serie de los dibujos de la guerra y la del final de la guerra, realizados entre 1936-1939, repartida entre la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y el Ayuntamiento de Daimiel, son sin duda obras de una gran valor documental, dibujados a modo de crónica gráfica de la realidad, con el deseo de expresar todo aquello que veía. En su visión de la guerra se recoge el sufrimiento, el miedo, la miseria, el hambre, los bombardeos, fusilamientos y otros aspectos también dramáticos. Muchos de estos dibujos los realiza en el mismo frente con un trazo rápido con el que capta el instante. El hecho de realizarse in situ le transmite a la obra una fuerza y viveza especial, con una impresionante sensación de inmediatez. Todo esto le confiere al conjunto un gran valor por ser uno de los pocos conjuntos de estas características que se conocen.
D´Opazo siempre se consideró más escultor que pintor, práctica que debió abandonar terminada la Guerra por prescripción médica para dedicarse de lleno a otra orientación artística: la pintura.
Los encargos artísticos que recibiría D´Opazo fueron religiosos, propios de la espiritualidad católica de la época. El resto de su producción se mantiene dentro de la tendencia artística con una marcada carga expresionista, las influencias de Goya y Gutierrez Solana son patentes. Sus temas se ajustarían al costumbrismo entonces demandado, pero su particular percepción de la vida le hace plasmar con un sutil sinsabor las situaciones más críticas y rudas del pueblo, del mismo modo que Solana.
En cuanto a la evolución de su pintura pasando por unas etapas de clara influencia de Goya y Solana decía: "Yo con frecuencia me ponía a pintar un cuadro con la intención de que fuera rico de color, alegre, optimista, bonito, y no me salía, no podía. Me iba siempre al cuadro oscuro, negro de matices, con mi sello especial".
En cuanto a las obras de las que más ha quedado satisfecho manifestaba: "el que conceptúo como mejor o más completo dentro de mi extensa obra es el que tiene el Ayuntamiento de Daimiel y que titule El duelo. Y de escultura la Virgen de la Dolorosa de los Corbatos y una que son dos cabezas de campesinos".
La Virgen de la Soledad es la única muestra de escultura religiosa salida de manos de Juan D´Opazo, se venera en la iglesia parroquial de San Pedro y realiza el desfile penitencial el Viernes Santo por la noche.
Recordado siempre de manera muy entrañable por todos sus paisanos, dedicaría su vida a la enseñanza y la pintura, dando a conocer su obra en las numerosas exposiciones que realizó a lo largo de su vida. Como muestra de reconocimiento y aprecio se le concedió en 1991 el título de Hijo Predilecto de Daimiel. Falleció en 1998, dejando tras de si un importante legado artístico y un grato recuerdo de su valía como persona.